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Bokuden

Odiseico

Así, como hoy, me sucedía a menudo. Me sentía Penélope, salvando distancias. Pero yo no sabía lo que esperaba. Cada día era igual al siguiente en la rutina del hogar. Tejía palabras durante el día que por la noche deshilachaba con tal de ganar un poco de tiempo, unos días más, dándole una oportunidad al destino o lo que quiera que hubiera de llegar. Y no llegaba. Por más que le cambiara de nombre y apellidos, de rostro y de voz, de señas, ideas y aromas, nada llegaba. Porque era yo quien debía ir en su busca, sin duda. Así que lo hice.

Hay quien diría que ahí empezó mi viaje, y no creo que estuviera equivocado a su entender. De la misma manera que hay quien decía de cierto escritor que jamás había viajado a los parajes exóticos que describía en sus novelas de aventuras y no puedo estar más en desacuerdo. Porque ¿no es acaso más bello pensar que no hubo principio que podamos recordar de nuestros respectivos viajes, ni final que podamos atisbar ni intuir siquiera más allá del horizonte? Éramos algo antes de ser lo que somos, y seremos algo después. Sin importar ni una cosa ni otra ¿qué más da? Hemos podido ser lava y roca, sal y corales, polvo de estrellas, Leónidas o alguno de sus trescientos, Teseo y Perseo, Aquiles y Héctor, Tom y Jerry, Jerjes, Atila, Hitler y sus seguidores; agua y sombra, caracol escalando un tallo, beso de enamorados y así innumerables; pero lo importante es que hemos sido algos viajeros, y seguiremos siendo y errando, nómadas del viento y los otros elementos, nómadas del vacío y del recuerdo de quienes nos sobrevivan. Así, sin la influencia limitante del tiempo, todo parece más sencillo, pero por suerte no lo es en absoluto. ¿O acaso esperamos un viaje sin aventuras? Por eso, más que iniciarlo, simplemente continué el camino desde el rojo cielo del este al ocaso, atravesando montañas brumosas , rupturas sentimentales, selvas plagadas de peligros y de plantas aromáticas, pérdidas de amistades de siempre y encuentros de otras para siempre, desiertos agónicos donde el agua vale más que la vida, pequeños triunfos profesionales y grandes derrotas espirituales, bellas praderas en las que el verde se mece al ritmo de la suave brisa de Junio... Y si algún día me sentía perdido, levantaba la vista al cielo y escogía al azar una estrella y la seguía. Y daba igual si escogía una del cinturón de Orión o de la cola del escorpión, en el fondo intuía que había acertado. Estoy seguro que muchos de vosotros sabéis exactamentelo que quiero decir. Y, aunque disfrutaba de veras el viaje, mi corazón anhelaba que acabara lo que creía un medio, no un fin en sí mismo. Me sentía Ulises, salvando distancias. Sólo que yo no sabía con certeza dónde quería llegar.

Llegó a mí por la mañana temprano. Me había acostado en una cala remota bajo los pinos y me había quedado dormido con el ruido del oleaje. Y sin embargo, me despertó la canción del viento y el mar, la caricia del sol surgiendo poco a poco del horizonte. El juego de sombras y luces de los pinos, la transparencia de aquellas aguas en calma. Nada sobraba en aquella playa, nada faltaba. Pero todo tenía cabida, al mismo tiempo. En aquella playa había lugar para mi vieja maquina de escribir, mi ordenador y mis libros y apuntes, para mis miedos y mis dudas, para mi mochila de viaje y mis viejas botas de cuero, para los mapas que nunca usé, un lugar para mi bata y otro para un tablero de ajedrez. Un punto de encuentro entre Ulises y Penélope. Me acosté en algún punto del Mediterráneo y me levante en Ítaca.

Y todo se fue, como en un sueño. Quien sabe, tal vez lo era. Continúo el viaje a veces sintiéndome Penélope y a veces Odiseo, buscando y esperando. Intuyendo que Ítaca esta más cerca de lo que pienso, que hay un hogar para cada uno de nosotros y está... bueno... seguro que a estas alturas más de uno sabe exactamente lo que quiero decir. Pero sin creérmelo aún del todo. Y sin embargo, hay momentos, pequeños insights... Hoy, mientras trabajaba, la lluvia chocaba contra el vidrio del escaparate y ese ruido... no era un ruido. Era la canción del mar.

6 comentarios

Elisabeta -

Buscando a la flor del cerezo he llegado a este blog,he leído algunas de las historias y creo que ha sido un placer descubrirte esta noche....Feliz viaje a Itaca

Buit d'Estels -

Tu vas dando caña por ahí, pero poco te dejas ver para que te demos un poquito de caña a ti también. Si llego a saber que la voz siempre crítica de Boku era de Sabadell me hubiese desplazado encantada para verle jugar y perder (eso sí, siempre con un gran genio) ;)
Que envidia me das siempre he querido aprender a jugar als escacs y nadie me ha querido enseñar.

A ver si nos cuentas algo prontito que sin sexo y sin amor nos aburrimos y tenemos que recurrir a la blogosfera.

bokuden -

Pues ya sabes, DuNa, hay sitio para todo. Y para todos.

DuNa -

Qué bonito ese rumor de lluvia, esa canción del mar. Todo lo que somos despiertos nos lo llevamos a los sueños y al volver a la realidad buscamos puntos en común, salvando distancias... me gustaría ir a esa playa tuya y poblarla de mis bártulos :-)

bokuden -

Se agradece. Nunca va mal un poco de compañía en el camino. Camino de la medianoche, que diriamos a estas horas.

Buit d'Estels -

"Y todo se fue, como en un sueño. Quien sabe, tal vez lo era. Continúo el viaje a veces sintiéndome Penélope y a veces Odiseo, buscando y esperando". Tienes compañía, en la búsqueda y en la espera. Y en estos días de intenso calor que la lluvia no agita. BS.