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Bokuden

Carpetazo

Deja un sabor agridulce ver feliz a esa persona a la que uno no supo/pudo hacer feliz. Es en parte alivio y en parte impotencia, en parte miel y en parte sal sobre las heridas. Ahora mismo pensaba riéndome que ni todo el zen, ni toda la filosofía del mundo sirven de nada cuando el corazón se pone tonto, Javi. Ya lo ves, la teoría es muy bonita pero... Aunque lo pensaba riéndome, es todo un avance.

Hace días ya que los recuerdos desfilan ante mis cada vez menos concentrados en esta realidad ojos. De tanto en tanto alargaba la mano como quien quiere coger una trucha sin calcular la refracción aunque sea instintivamente. ¿Ves idiota? Se te escapa porque la ves donde no está realmente, tus sentidos te engañan. Hasta los osos lo saben (¿hasta? ya quisieras saber la mitad que un oso, tonto). Además, la jodida trucha es más rápida que tu, por no hablar de lo que resbala. Y así, hablando conmigo mismo y dándome de tanto en tanto una cariñosa colleja, me di cuenta de dos cosas: que hablo demasiado y que la refracción del tiempo es demasiado grande. Ni un oso podría cazar una trucha del pasado.

Pero la Verdad, esa eterna mentirosa, me devuelve (como no) a mi sitio. Nos devuelve a nuestro sitio, L. La Verdad, esa puñetera esquirlilla de hielo, me hace ver lo tonto que soy, apegándome en mi recuerdo a la gente que he querido ( y quiero, de verdad, de otra manera) como si no pudiera seguir adelante. Y los dos sabemos que si hay algo que de veras sabemos en este mundo es seguir adelante. Lo nuestro es pasar.

Tal vez todo este "Hasunto" sepa empalagosamente agridulce. De hecho así lo veo, empalagosa y melodramáticamente agridulce. Pero de la misma forma que te deseo lo mejor, te digo que en el momento de escribir estas últimas lineas apenas noto gusto alguno. Salvo, quizá, un leve aunque agradable y goloso sabor a yemas. Por algo se empieza. ;)

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