"...pero joder, ¿cómo decirlo? Hay gente que pasa por la vida sin pena ni gloria, casi como si pensaran que es un castigo vivirla, y otros prefieren quitársela, desperdiciarla, autodestruirse poco a poco, autotorturarse, mutilar sus segundos... parecen masocas. Yo, personalmente, no acabo de entenderlo. Para mí la vida siempre ha sido un regalo maravilloso, un don proveniente de algo que no alcanzo a comprender. Es... es como este flan. Yo no se lo he pedido a tu abuela, me lo ha puesto ahí sin pedirme opinión ni permiso ni nada. A partir de ahí la elección es de cada uno. Yo pienso: no, no lo he pedido, ¡pero ostia! me encantan los flanes, así que ¿por qué no lo voy a disfrutar, ya que está aquí? Y me lo como. Sí, la vida es un flan. Ahí lo tienes, lo puedes endulzar, tirarlo a la basura, o cagar encima de él si quieres, eso no cambia nada; puedes usarlo para matar moscas, pero todo el mundo sabe, en esencia, para qué sirve un flan. Te lo puedes comer de golpe, atragantándote, o disfrutar de él pedacito a pedacito, como yo hago ahora. Te pueden servir flanes más o menos grandes, más o menos sabrosos, pero siempre has de recordar que han sido un regalo y que antes no tenías nada. Y si te lo sirven con pelos o suciedad por encima, siempre puedes desprender la parte más externa con una cuchara. Lo de dentro, esta igual de bueno."
El sutra del flan, pronunciado por mi padre en una comida de lo más filosófica. Dicho esto, se relamió, eructó y casi inmediatamente se quedo dormido viendo una del oeste mientras mi primo y yo nos descojonabamos, claro.
El sutra del flan, pronunciado por mi padre en una comida de lo más filosófica. Dicho esto, se relamió, eructó y casi inmediatamente se quedo dormido viendo una del oeste mientras mi primo y yo nos descojonabamos, claro.
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