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Bokuden

Quita y pon

Era tremendamente desdichado y por eso siempre estaba triste y gustaba lucir unos labios fruncidos, arrugados en exceso, retraidos y a la defensiva ante el mundo. Pero una mañana, aún medio dormido y frente al espejo del cuarto de baño, me miré a los ojos, y vi algo raro más abajo. Alargué la mano y agarré mi boca por la comisura con dos dedos. Lentamente la fuí despegando con una mezcla de curiosidad y miedo, seguida de una cierta sorpresa y satisfacción al conseguir despegarla del todo. Tenía mi boca en mis manos, pero claro, ahí no me servía de nada. Y entonces me di cuenta del poder que tenía en mis manos. Tenía muchas posibilidades dónde y cómo colocarla, algunas de ellas francamente divertidas. Pero después de descartar ponermela en la cremallera del pantalón y en el hombro izquierdo (lo que hubiera ido genial para insultar al resto de conductores), decidí ponerla en su sitio. Al acabar de lavarme la cara, me sentía mucho mejor. Sería dificil que el día despegara la sonrisa que ni el agua fría había podido despegar. Resulta genial levantarse cada mañana con la posibilidad de cambiar lo que está en tu mano cambiar, sólo alargándola.

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