Escapismo
El viejo era ya toda una leyenda entre el personal de la prisión y los demás presidiarios. Ni el mismo sabía decir desde cuándo cumplía condena. "Ni siquiera recuerdo por qué estoy entre rejas" -solía decir- "pero estoy seguro de que por nada importante, ni por supuesto malo. No soy de esos, si usted me entiende.". Pero el caso es que el alcaide había oído hablar de él al alcaide precedente al que sustituyó por jubilación, que a su vez había oído los inicios de su leyenda del alcaide al que sustituyó en el cargo. Y tres generaciones de alcaides significaba mucho tiempo en aquel lugar en medio de la nada en el espacio y el tiempo. ¿Y por qué alguien que no ha hecho nada grave continúa encerrado después de tanto tiempo? A mi también se me escapaba la respuesta. Pero más tarde me contaron su historia.
Carlos había sido un importante ilusionista y escapista que trabajaba en un no menos importante circo. Caído en desgracia no se sabe bien por qué razones, abandonado por su familia, arruinado y alcohólico, encontró en cierto trabajo que le ofrecieron la solución de todos sus problemas económicos. El problema fue que el trabajo en cuestión era un robo, un robo de cierta obra de arte famosa para el que necesitaban alguna de sus habilidades "mágicas". Algunos cuentan que le pillaron con las manos en la masa por culpa de su alcoholismo, que hizo que le fallara el pulso en el momento menos oportuno. Otros cuentan que le traicionaron sus compinches. El caso es que acabo encarcelado.
Y entonces empezó la auténtica leyenda. Durante los primeros diez años, Carlos consiguió escapar doce veces de distintas cárceles, incluida la que lo acoge actualmente, considerada la más segura del estado. "Inexpugnable."- decía el alcaide cuando lo conocí- "Bueno, casi". Y su modo de proceder a este respecto causó a partes iguales desesperación, rabia, estupor, admiración, asombro y respeto entre todos. Y es que Carlos se fugaba siempre solo. Y volvía al cabo de un par de días, cuatro a los sumo, siempre por su propio pie, nunca detenido. Me contó uno de los presos que la primera vez el guardia no le creyó cuando le dijo que era un convicto fugado y que volvía a entregarse, que le dijo que se largara.
Y claro, con cada fuga su condena aumentaba. Y su desenfrenada carrera escapista no paró con estas primeras travesuras, más bien al contrario. Nadie sabía como lo hacía, pero siempre encontraba la forma por muchas medidas de seguridad que se aplicaran. Muchos presos importantes le ofrecían cantidades extraordinarias de dinero por que les permitiera fugarse con él, lo atosigaban con promesas y más promesas, pero nunca quiso ni necesitó la ayuda ni la compañía de nadie para fugarse. " El que quiera peces que se moje el culo. Además, si están aquí algo malo habrán hecho.".
Y con cada fuga la leyenda de aquel hombrecillo crecía. Era conocido y querido por todos, reclusos, guardas y por supuesto el alcaide, que por cierto en una rueda de prensa bromeó "Para este año esperamos reducir las fugas en un 10%"; naturalmente, el viejo era el único que lo conseguía.
Lo que poca gente sabía era en qué invertía su tiempo. Durante el tiempo en que lo conocí jamás me dijo nada de todo esto. Para mi siempre fue un presidiario que invertía sus permisos en hacer una buena obra, tal vez por gusto o tal vez por reducir su condena. Apareció un día de repente en el hospital en el que trabajaba, con aquel ridículo disfraz de payaso casi de otra época, gastando bromas a todos, haciendo trucos sin parar. Haciendo reír a los niños. Y se adaptó a la vida rutinaria de pediatría como si siempre hubiera estado allí. Tal era su magia, para dejar los sitios y también para llenarlos. Nadie supo jamás que se trataba de un prisionero fugado. Y supongo que todo el mundo se preguntaba de dónde había salido y quien era, pero era una persona muy hábil y nos hizo creer lo que expliqué antes sin jamás mentir ni negar que estaba cumpliendo condena. Tal vez por eso nunca levantó sospechas.
Por eso y por su magia. No me refiero a sus trucos, que también. Pero Carlos sabía llevar a aquellos niños, algunos de ellos terminales, a un lugar muy lejano de todo. Muy lejano de todos los problemas del mundo. Carlos era un auténtico escapista, lo puedo asegurar. Y a aquellos niños sí los llevaba consigo en su fuga a otros mundos más felices que este. Un gran tipo.
Por eso, cuando se ausentó por mucho tiempo no pude evitar echarlo de menos, investigar un poco y llegar a aquella cárcel a preguntar por él. Y cuando supe que había fallecido ese mismo mes tras estar casi un año sin fugarse, con 68 años de edad y de un ataque al corazón, el mío se hizo trizas. Fue entonces cuando le pedí al alcaide permiso para conversar con toda la gente que le había conocido en prisión. Quería conocer su historia, conservarla en mi recuerdo y en mis cuadernos como tributo a aquel flautista de Hamelín de los niños. El funcionario rió, dio un par de golpecitos afirmativos en la mesa y me dijo que podía empezar por quien quisiera, pero llevaría tiempo, pues todo el mundo lo conocía.
Y fue así, día tras día, historia tras historia, escribiendo cuaderno tras cuaderno con los apuntes de las conversaciones como llegue a conocer la parte de su vida que no conocía. Y fue así como mi corazón cambió la tristeza por el orgullo de haber tocado la estela de un ángel. Hoy, hojeando al azar aquellos cuadernos mi vista se fija (y se nubla) en este fragmento de la conversación con su compañero de celda:
"...y fué entonces, hablando de cosas un poco más serias, cuando le pregunté por sus chaladuras. Imagínese, veinte años compartiendo celda y nunca habíamos hablado del tema. Soy un poco tímido ¿sabe? Pues bien, le pregunté por qué hacía todo aquello, por qué no aprovechaba para escapar de una vez... en fin, quería saber sólo un por qué ¿me entiende? Sólo una razón. Y entonces se quedó callado, como mirando algo en la pared... y así estuvo más de un minuto. Y al final me respondió.
- Es una pregunta complicada... ¿Por qué respiras tú? porque puedes y porque lo necesitas para seguir viviendo. Todos queremos escaparnos de algo. Yo además sé de qué quiero escaparme y lo hago, y eso sí que es cierto que puede parecerle extraño a mucha gente. Pero te aseguro que de lo que escapo no es de estas paredes, no. El arte del verdadero escapismo es mucho más complicado que eso. Tengo razones tan buenas para estar tanto fuera como dentro. Esto también es mi hogar, ¿sabes? Así que no te sabría decir dónde empezaron mis fugas, tal vez me fugué sin querer de mi vida anterior para acabar en ésta que me ha dado tanto. Puedo entrar y salir a voluntad ¿se puede decir que no soy libre? No soy tan diferente al resto de la gente.
Y me guiñó un ojo el muy cabrón, jajaja"
A los dos días de esa conversación, Carlos se fugó con éxito de esta vida. Me pregunto si en el cielo tendrán buenas alarmas...
Carlos había sido un importante ilusionista y escapista que trabajaba en un no menos importante circo. Caído en desgracia no se sabe bien por qué razones, abandonado por su familia, arruinado y alcohólico, encontró en cierto trabajo que le ofrecieron la solución de todos sus problemas económicos. El problema fue que el trabajo en cuestión era un robo, un robo de cierta obra de arte famosa para el que necesitaban alguna de sus habilidades "mágicas". Algunos cuentan que le pillaron con las manos en la masa por culpa de su alcoholismo, que hizo que le fallara el pulso en el momento menos oportuno. Otros cuentan que le traicionaron sus compinches. El caso es que acabo encarcelado.
Y entonces empezó la auténtica leyenda. Durante los primeros diez años, Carlos consiguió escapar doce veces de distintas cárceles, incluida la que lo acoge actualmente, considerada la más segura del estado. "Inexpugnable."- decía el alcaide cuando lo conocí- "Bueno, casi". Y su modo de proceder a este respecto causó a partes iguales desesperación, rabia, estupor, admiración, asombro y respeto entre todos. Y es que Carlos se fugaba siempre solo. Y volvía al cabo de un par de días, cuatro a los sumo, siempre por su propio pie, nunca detenido. Me contó uno de los presos que la primera vez el guardia no le creyó cuando le dijo que era un convicto fugado y que volvía a entregarse, que le dijo que se largara.
Y claro, con cada fuga su condena aumentaba. Y su desenfrenada carrera escapista no paró con estas primeras travesuras, más bien al contrario. Nadie sabía como lo hacía, pero siempre encontraba la forma por muchas medidas de seguridad que se aplicaran. Muchos presos importantes le ofrecían cantidades extraordinarias de dinero por que les permitiera fugarse con él, lo atosigaban con promesas y más promesas, pero nunca quiso ni necesitó la ayuda ni la compañía de nadie para fugarse. " El que quiera peces que se moje el culo. Además, si están aquí algo malo habrán hecho.".
Y con cada fuga la leyenda de aquel hombrecillo crecía. Era conocido y querido por todos, reclusos, guardas y por supuesto el alcaide, que por cierto en una rueda de prensa bromeó "Para este año esperamos reducir las fugas en un 10%"; naturalmente, el viejo era el único que lo conseguía.
Lo que poca gente sabía era en qué invertía su tiempo. Durante el tiempo en que lo conocí jamás me dijo nada de todo esto. Para mi siempre fue un presidiario que invertía sus permisos en hacer una buena obra, tal vez por gusto o tal vez por reducir su condena. Apareció un día de repente en el hospital en el que trabajaba, con aquel ridículo disfraz de payaso casi de otra época, gastando bromas a todos, haciendo trucos sin parar. Haciendo reír a los niños. Y se adaptó a la vida rutinaria de pediatría como si siempre hubiera estado allí. Tal era su magia, para dejar los sitios y también para llenarlos. Nadie supo jamás que se trataba de un prisionero fugado. Y supongo que todo el mundo se preguntaba de dónde había salido y quien era, pero era una persona muy hábil y nos hizo creer lo que expliqué antes sin jamás mentir ni negar que estaba cumpliendo condena. Tal vez por eso nunca levantó sospechas.
Por eso y por su magia. No me refiero a sus trucos, que también. Pero Carlos sabía llevar a aquellos niños, algunos de ellos terminales, a un lugar muy lejano de todo. Muy lejano de todos los problemas del mundo. Carlos era un auténtico escapista, lo puedo asegurar. Y a aquellos niños sí los llevaba consigo en su fuga a otros mundos más felices que este. Un gran tipo.
Por eso, cuando se ausentó por mucho tiempo no pude evitar echarlo de menos, investigar un poco y llegar a aquella cárcel a preguntar por él. Y cuando supe que había fallecido ese mismo mes tras estar casi un año sin fugarse, con 68 años de edad y de un ataque al corazón, el mío se hizo trizas. Fue entonces cuando le pedí al alcaide permiso para conversar con toda la gente que le había conocido en prisión. Quería conocer su historia, conservarla en mi recuerdo y en mis cuadernos como tributo a aquel flautista de Hamelín de los niños. El funcionario rió, dio un par de golpecitos afirmativos en la mesa y me dijo que podía empezar por quien quisiera, pero llevaría tiempo, pues todo el mundo lo conocía.
Y fue así, día tras día, historia tras historia, escribiendo cuaderno tras cuaderno con los apuntes de las conversaciones como llegue a conocer la parte de su vida que no conocía. Y fue así como mi corazón cambió la tristeza por el orgullo de haber tocado la estela de un ángel. Hoy, hojeando al azar aquellos cuadernos mi vista se fija (y se nubla) en este fragmento de la conversación con su compañero de celda:
"...y fué entonces, hablando de cosas un poco más serias, cuando le pregunté por sus chaladuras. Imagínese, veinte años compartiendo celda y nunca habíamos hablado del tema. Soy un poco tímido ¿sabe? Pues bien, le pregunté por qué hacía todo aquello, por qué no aprovechaba para escapar de una vez... en fin, quería saber sólo un por qué ¿me entiende? Sólo una razón. Y entonces se quedó callado, como mirando algo en la pared... y así estuvo más de un minuto. Y al final me respondió.
- Es una pregunta complicada... ¿Por qué respiras tú? porque puedes y porque lo necesitas para seguir viviendo. Todos queremos escaparnos de algo. Yo además sé de qué quiero escaparme y lo hago, y eso sí que es cierto que puede parecerle extraño a mucha gente. Pero te aseguro que de lo que escapo no es de estas paredes, no. El arte del verdadero escapismo es mucho más complicado que eso. Tengo razones tan buenas para estar tanto fuera como dentro. Esto también es mi hogar, ¿sabes? Así que no te sabría decir dónde empezaron mis fugas, tal vez me fugué sin querer de mi vida anterior para acabar en ésta que me ha dado tanto. Puedo entrar y salir a voluntad ¿se puede decir que no soy libre? No soy tan diferente al resto de la gente.
Y me guiñó un ojo el muy cabrón, jajaja"
A los dos días de esa conversación, Carlos se fugó con éxito de esta vida. Me pregunto si en el cielo tendrán buenas alarmas...
7 comentarios
bokuden -
Ardi -
Saludos
bokuden -
bokuden -
Me alegro de que os haya gustado.
Marta -
Me ha gustado mucho, mucho.
besos
bokuden -
Golfo -
A veces pienso que como viajar, escapar no es un medio hacia otro lugar, sino un fin en si mismo, lo importante, para sentirse vivo para muchos hombres, es saber que tienen el poder de escapar, que nadie se lo ha robado... aunque luego lo usen o no.
Quizá en esa certeza radique el ser libre.