La escuela de la no-espada
La barca se deslizaba lentamente atravesando el lago Biwa, en el corazón de la isla de Hoshu. Había zarpado de un pequeño embarcadero en uno de los costados del camino de Kioto dejando atrás, junto a la dársena, la sencilla cabaña con techo de paja, la casa del barquero. El barquero se ganaba la vida transportando a los viajeros a la otra orilla del lago. Se ahorraban así un buen trecho y podían retomar directamente el camino de Kioto, todo por sólo 3 monedas de cobre, y dos mas si el viajero llevaba alguna carga de consideración.
La vieja barcaza de cedro no iba llena, pero transportaba al menos a veinte personas. Campesinos, comerciantes, algunos soldados y caballeros de clase samurai.
Uno de estos caballeros era un tipo arrogante y orgulloso de sí. Su mirada era un continuo desafío para quien no se doblegase ante ella con algún signo de mansedumbre que pusiera las cosas en su sitio, es decir, a él por encima. Era un hombre ruidoso y pronto congregó en torno a él a un buen número de viajeros, teniendo captada la atención del resto. Contaba historias de batallas y duelos y se jactaba de su gran habilidad en el manejo de la espada, ensalzando a la escuela de esgrima a la que pertenecía.
Un pequeño grupo de soldados era el que reía más directamente las bravuconadas de aquel hombre tosco. Sus bravatas encontraban un eco fácil y risueño en aquellos jóvenes deseosos de acción, pero lo suficientemente inexpertos como para hallarse cómodos bajo alas ajenas y encontrar interesantes las historias repletas de violencia y sangre de aquel tosco bushi (equivalente a guerrero).
Solamente uno de los pasajeros parecía ajeno a las palabras del bravucón. Con los pies apoyados en un rollo de cordaje y los brazos cruzados, dormitaba tranquilamente recostado, con el sombrero ancho de paja inclinado sobre la cara para protegerse del sol. Por su aspecto se veía que era un caballero de casta samurai. Llevaba un kinu ligero y la hakama (una especie de pantalones anchos tradicional) recogida en torno a las piernas, como solían hacer los caballeros que iban de viaje. De su obi (cinturon), en el costado izquierdo, sobresalía el par de espadas característico de su clase. Tenía una cara enjuta aunque bien parecida y la cabeza afeitada a la manera de los monjes zen. Algunos caballeros samurai educados en su juventud en monasterios zen, aun siendo ya laicos, mantenían este signo exterior de sus antiguos votos budistas. Su edad rondaría los cuarenta años.
La inactividad del caballero, después de llamar la atención de aquel hombre violento, pasó a transformarse en desagrado. No soportaba que pudiese haber alguien en aquella barca que no admirase boquiabierto la exposición de sus habilidades. Así que comenzó por hacer algún chiste fácil que sin duda el caballero dormilón escuchó pero al que no hizo ningún caso. El intrigante samurai continuaba sin prestar atención.
Uno del séquito intervino pendenciero sintiéndose arropado por el grupo y el valentón.
-Parece que vuestras habilidades despiertan muy poco interés en ese caballero. Puede que vuestra narración le parezca insípida... debe considerar sin duda que su escuela de esgrima es muy superior a la vuestra.
Tras este comentario aquel gallito de pelea se sintió con motivos para tomarse la actitud del samurai casi como una afrenta personal y levantándose se dirigió a nuestro caballero, lo agarró por un brazo y lo despertó de un sueño que en la realidad hacía ya un buen rato que había terminado.
-¡Eh! ¡Amigo!. También vuesa merced lleva un par de espadas ¡¡¿Porqué no responde?!!
El samurai miró fijamente al bravucón con una extraña tranquilidad.
-Mis habilidades difieren de las de vuesa merced. Mi arte tiene como misión no el derrotar a los otros, sino el no ser derrotado.
-¡Vaya, vaya!. Vuestra jactancia al hablar parece indicar que os creeis a vos y a vuestra escuela de esgrima superiores a los demás. ¿A que Ryu (escuela) pertenecéis?, si puede saberse.
-Mi escuela lleva el nombre de Mutekatsu (lo cual en japonés significa vencer sin manos, es decir sin utilizar la espada). El desafiante samurai rió estrepitosamente.
-¡¡Ja,ja,ja!! ¡Vencer sin utilizar la espada! ¿Cuál es entonces la razón de que portéis las vuestras? ¿Son acaso simplemente un gracioso adorno...?
Bokuden, que así se llamaba el silencioso caballero tardó unos instantes en responder mientras su mirada, de una forma extrañamente serena, mantenía la de su desafiante oponente:
-Mis espadas tienen como misión el suprimir fines egoístas y no la de dañar a los otros. Es por tanto superior a las demás.
La cólera del fornido samurai no conocía ya límites . Estaba deseoso de quitarle la vida a aquel extraño individuo que tan insolentemente le contestaba. La tensión se había apoderado de todos los pasajeros. En aquellos tiempos donde los caballeros iban provistos con armas tan mortíferas el traspasar ciertos límites suponía la certeza de que la sangre terminaría corriendo.
-¿Insinuáis acaso que aceptaríais batiros conmigo?
-¿Porqué no?- fue la respuesta. Esta vez la ausencia de todo temor o señal de cólera en la mirada de Bokuden llegó a inquietar al encolerizado espadachín.
-¿Cuál es vuestro nombre?- preguntó el otro, iracundo.
-Bokuden.
-Bién, mi nombre es Yamada, no perdamos tiempo. Propongo el que el barquero nos lleve inmediatamente a tierra firme.
La tensión se había transformado. Había surgido una nueva situación en la que la vida y la muerte se tocaban. Y el preámbulo de esta última dotaba de una dimensión diferente a la primera. Los soldados ante el giro radical que habían tomado aquellas primeras bromas parecían extrañamente serios y miraban a Bokuden con una mezcla de respeto y temor.
-Qué le parece a vuesa merced- dijo Bokuden- el que desembarquemos en una de esas pequeñas islas. El hacerlo en tierra firme podría atraer a muchos curiosos. Alguien podría salir dañado.
-Como gustéis.- el espadachín gritó al barquero que se dirigiera a una isla cercana que se podía ver a estribor. El violento Yamada tenía prisa por enfrentarse a Bokuden pues pretendía hacer uso de su cólera violenta en el duelo. La barca llegó a la pequeña isla. Yamada saltó resuelto y desenvainando la katana (espada) de la saya (funda de la espada) se dispuso para el duelo. Mientras tanto Bokuden se había quitado el sombrero de paja. Luego pidió al barquero que le sostuviese las espadas mientras saltaba al islote. Pero en ese momento utilizando la pértiga del barquero y apoyándola en una roca dio un tremendo impulso a la barca que rápidamente se alejó de la isla ante la sorpresa de todos y la cólera del espadachín. "Rema barquero" fue la tajante orden de Bokuden. Mientras la barca se alejaba hacia alta mar lejos del burlado bravucón Bokuden le gritó sonriendo:
-¿Qué le parece a vuesa merced? Esta es la escuela de la No-Espada.
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Tsukahara Bokuden es uno de los mas celebres espadachines de la historia de Japon. Se le atribuye la creacion del estilo "Kashima shinto ryu". Tuvo una vida movidita en la que empezo a practicar a los 3 años, estudio con diferentes maestros, practico zen, viajo mucho, tuvo duelos, aventuras y guerras, sirvio al shogun y acabo muriendo tranquilamente en su casa despues de haber escrito un libro , el "Bokuden Hyakushu". Al parecer por lo que podeis leer arriba, le sirvio de algo.
En la foto, una estatua de bronce erigida en la ciudad de Kashima (Japon) cerca de la Avenida Seseragi frente a la Estación JR Kashima Jingu. La tumba de Tsukahara Bokuden está en las ruínas del templo de Baiko en Suga, y la visitan aun hoy muchos amantes del camino del Ken.
La vieja barcaza de cedro no iba llena, pero transportaba al menos a veinte personas. Campesinos, comerciantes, algunos soldados y caballeros de clase samurai.
Uno de estos caballeros era un tipo arrogante y orgulloso de sí. Su mirada era un continuo desafío para quien no se doblegase ante ella con algún signo de mansedumbre que pusiera las cosas en su sitio, es decir, a él por encima. Era un hombre ruidoso y pronto congregó en torno a él a un buen número de viajeros, teniendo captada la atención del resto. Contaba historias de batallas y duelos y se jactaba de su gran habilidad en el manejo de la espada, ensalzando a la escuela de esgrima a la que pertenecía.
Un pequeño grupo de soldados era el que reía más directamente las bravuconadas de aquel hombre tosco. Sus bravatas encontraban un eco fácil y risueño en aquellos jóvenes deseosos de acción, pero lo suficientemente inexpertos como para hallarse cómodos bajo alas ajenas y encontrar interesantes las historias repletas de violencia y sangre de aquel tosco bushi (equivalente a guerrero).
Solamente uno de los pasajeros parecía ajeno a las palabras del bravucón. Con los pies apoyados en un rollo de cordaje y los brazos cruzados, dormitaba tranquilamente recostado, con el sombrero ancho de paja inclinado sobre la cara para protegerse del sol. Por su aspecto se veía que era un caballero de casta samurai. Llevaba un kinu ligero y la hakama (una especie de pantalones anchos tradicional) recogida en torno a las piernas, como solían hacer los caballeros que iban de viaje. De su obi (cinturon), en el costado izquierdo, sobresalía el par de espadas característico de su clase. Tenía una cara enjuta aunque bien parecida y la cabeza afeitada a la manera de los monjes zen. Algunos caballeros samurai educados en su juventud en monasterios zen, aun siendo ya laicos, mantenían este signo exterior de sus antiguos votos budistas. Su edad rondaría los cuarenta años.
La inactividad del caballero, después de llamar la atención de aquel hombre violento, pasó a transformarse en desagrado. No soportaba que pudiese haber alguien en aquella barca que no admirase boquiabierto la exposición de sus habilidades. Así que comenzó por hacer algún chiste fácil que sin duda el caballero dormilón escuchó pero al que no hizo ningún caso. El intrigante samurai continuaba sin prestar atención.
Uno del séquito intervino pendenciero sintiéndose arropado por el grupo y el valentón.
-Parece que vuestras habilidades despiertan muy poco interés en ese caballero. Puede que vuestra narración le parezca insípida... debe considerar sin duda que su escuela de esgrima es muy superior a la vuestra.
Tras este comentario aquel gallito de pelea se sintió con motivos para tomarse la actitud del samurai casi como una afrenta personal y levantándose se dirigió a nuestro caballero, lo agarró por un brazo y lo despertó de un sueño que en la realidad hacía ya un buen rato que había terminado.
-¡Eh! ¡Amigo!. También vuesa merced lleva un par de espadas ¡¡¿Porqué no responde?!!
El samurai miró fijamente al bravucón con una extraña tranquilidad.
-Mis habilidades difieren de las de vuesa merced. Mi arte tiene como misión no el derrotar a los otros, sino el no ser derrotado.
-¡Vaya, vaya!. Vuestra jactancia al hablar parece indicar que os creeis a vos y a vuestra escuela de esgrima superiores a los demás. ¿A que Ryu (escuela) pertenecéis?, si puede saberse.
-Mi escuela lleva el nombre de Mutekatsu (lo cual en japonés significa vencer sin manos, es decir sin utilizar la espada). El desafiante samurai rió estrepitosamente.
-¡¡Ja,ja,ja!! ¡Vencer sin utilizar la espada! ¿Cuál es entonces la razón de que portéis las vuestras? ¿Son acaso simplemente un gracioso adorno...?
Bokuden, que así se llamaba el silencioso caballero tardó unos instantes en responder mientras su mirada, de una forma extrañamente serena, mantenía la de su desafiante oponente:
-Mis espadas tienen como misión el suprimir fines egoístas y no la de dañar a los otros. Es por tanto superior a las demás.
La cólera del fornido samurai no conocía ya límites . Estaba deseoso de quitarle la vida a aquel extraño individuo que tan insolentemente le contestaba. La tensión se había apoderado de todos los pasajeros. En aquellos tiempos donde los caballeros iban provistos con armas tan mortíferas el traspasar ciertos límites suponía la certeza de que la sangre terminaría corriendo.
-¿Insinuáis acaso que aceptaríais batiros conmigo?
-¿Porqué no?- fue la respuesta. Esta vez la ausencia de todo temor o señal de cólera en la mirada de Bokuden llegó a inquietar al encolerizado espadachín.
-¿Cuál es vuestro nombre?- preguntó el otro, iracundo.
-Bokuden.
-Bién, mi nombre es Yamada, no perdamos tiempo. Propongo el que el barquero nos lleve inmediatamente a tierra firme.
La tensión se había transformado. Había surgido una nueva situación en la que la vida y la muerte se tocaban. Y el preámbulo de esta última dotaba de una dimensión diferente a la primera. Los soldados ante el giro radical que habían tomado aquellas primeras bromas parecían extrañamente serios y miraban a Bokuden con una mezcla de respeto y temor.
-Qué le parece a vuesa merced- dijo Bokuden- el que desembarquemos en una de esas pequeñas islas. El hacerlo en tierra firme podría atraer a muchos curiosos. Alguien podría salir dañado.
-Como gustéis.- el espadachín gritó al barquero que se dirigiera a una isla cercana que se podía ver a estribor. El violento Yamada tenía prisa por enfrentarse a Bokuden pues pretendía hacer uso de su cólera violenta en el duelo. La barca llegó a la pequeña isla. Yamada saltó resuelto y desenvainando la katana (espada) de la saya (funda de la espada) se dispuso para el duelo. Mientras tanto Bokuden se había quitado el sombrero de paja. Luego pidió al barquero que le sostuviese las espadas mientras saltaba al islote. Pero en ese momento utilizando la pértiga del barquero y apoyándola en una roca dio un tremendo impulso a la barca que rápidamente se alejó de la isla ante la sorpresa de todos y la cólera del espadachín. "Rema barquero" fue la tajante orden de Bokuden. Mientras la barca se alejaba hacia alta mar lejos del burlado bravucón Bokuden le gritó sonriendo:
-¿Qué le parece a vuesa merced? Esta es la escuela de la No-Espada.
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Tsukahara Bokuden es uno de los mas celebres espadachines de la historia de Japon. Se le atribuye la creacion del estilo "Kashima shinto ryu". Tuvo una vida movidita en la que empezo a practicar a los 3 años, estudio con diferentes maestros, practico zen, viajo mucho, tuvo duelos, aventuras y guerras, sirvio al shogun y acabo muriendo tranquilamente en su casa despues de haber escrito un libro , el "Bokuden Hyakushu". Al parecer por lo que podeis leer arriba, le sirvio de algo.
En la foto, una estatua de bronce erigida en la ciudad de Kashima (Japon) cerca de la Avenida Seseragi frente a la Estación JR Kashima Jingu. La tumba de Tsukahara Bokuden está en las ruínas del templo de Baiko en Suga, y la visitan aun hoy muchos amantes del camino del Ken.
5 comentarios
bokuden -
eva: estoy en ello, psicoloca jaja.
yuyuloca: fue una agradable sorpresa que descubrieras sin que yo dijera nada este rincon de mis adentros :) Dame la direccion ya, lo bonito de las flores es que todas son perfectas. Todas.
angi: Ten en cuenta que mi bokuden va sin mayusculas... salvo en principio de frase. Aun asi, es un honor para mi llevar este sobrenombre... hablare mas de ello en mi proximo post. Ojala, ojala :)
Angi -
Ojala la luz de las espadas de Bokuden te guie siempre.
yuyuloca -
Bueno lo prometido ees deuda, despues de encontrame tu blog, no puedo hacer mas que almenos felicitarte por el, ahora me lo mirare bien .....jeje..soy mu xafardera ya sabes, pero tranquilo que no te voy a robar.
Proximamente te daré la direccoin del mio cuando sea mas potable....ejje..
Un besazo y cuidate mucho
eva -
un besito bichejo
Kyana -
Como veis ese no es mi estilo d vida, a mí cuanto menos se me vea y se me escuche mejor (llamarme tonta si quereis) XD