Recuerdos
Recuerdo hace ya algunos años, cuando era más niño, cómo nuestro maestro nos hacía un curioso juego. Se trataba de poner a dos de nosotros en un círculo de tiza.
- Bien -decía- el juego consiste en hacer que vuestro compañero toque con alguna parte de su cuerpo la parte de fuera del círculo, incluyendo la línea, o bien que caiga al suelo dentro del círculo. Por cada vez que esto pase en los dos minutos que teneis de tiempo, daré un caramelo al que lo provoque.
Debo decir que aquellos caramelos estaban buenísimos, así que normalmente nos esforzabamos bastante a la vez que nos divertíamos. Nos sobraba la energía, eramos taaaan jovenes... Ahora ni tan solo aguantaría un minuto de forcejeo, pero por aquel entonces los dos minutos eran intensísimos en aquella especie de sumo modificado, mucho más apasionantes por lo que recuerdo que cualquier deporte profesional que hoy día se pueda ver por la televisión o en directo. Era la magia del viernes, los contendientes reían y sudaban mientras el público gritaba y animaba a unos y otros, tanto chicos como chicas; en ese lugar no habían categorías de peso ni distinciones por sexo, y la malicia, la competitividad y la envidia estaban relegadas a un segundo plano ¡Era viernes! ¿Qué más daba ganar o perder? Es más, todos salíamos ganando.
Recuerdo con nostalgia aquel tiempo, aquella mágica edad de la inocencia. Recuerdo como en la mayoría de las contiendas sólo se ganaban uno o dos caramelos como mucho. Y pienso que eramos un poco tontos, podríamos haber ganado montones de caramelos poniéndonos de acuerdo y dejándonos ganar alternativamente, pisando fuera y dentro, buscando la trampa en las leyes del maestro que siempre reía. Aunque en realidad, no pienso que fueramos en absoluto tontos, porque lo pienso con una sonrisa en la cara.
Estoy seguro de que aquel maestro que sonreía mientras jugábamos me entendería. Perfectamente.
- Bien -decía- el juego consiste en hacer que vuestro compañero toque con alguna parte de su cuerpo la parte de fuera del círculo, incluyendo la línea, o bien que caiga al suelo dentro del círculo. Por cada vez que esto pase en los dos minutos que teneis de tiempo, daré un caramelo al que lo provoque.
Debo decir que aquellos caramelos estaban buenísimos, así que normalmente nos esforzabamos bastante a la vez que nos divertíamos. Nos sobraba la energía, eramos taaaan jovenes... Ahora ni tan solo aguantaría un minuto de forcejeo, pero por aquel entonces los dos minutos eran intensísimos en aquella especie de sumo modificado, mucho más apasionantes por lo que recuerdo que cualquier deporte profesional que hoy día se pueda ver por la televisión o en directo. Era la magia del viernes, los contendientes reían y sudaban mientras el público gritaba y animaba a unos y otros, tanto chicos como chicas; en ese lugar no habían categorías de peso ni distinciones por sexo, y la malicia, la competitividad y la envidia estaban relegadas a un segundo plano ¡Era viernes! ¿Qué más daba ganar o perder? Es más, todos salíamos ganando.
Recuerdo con nostalgia aquel tiempo, aquella mágica edad de la inocencia. Recuerdo como en la mayoría de las contiendas sólo se ganaban uno o dos caramelos como mucho. Y pienso que eramos un poco tontos, podríamos haber ganado montones de caramelos poniéndonos de acuerdo y dejándonos ganar alternativamente, pisando fuera y dentro, buscando la trampa en las leyes del maestro que siempre reía. Aunque en realidad, no pienso que fueramos en absoluto tontos, porque lo pienso con una sonrisa en la cara.
Estoy seguro de que aquel maestro que sonreía mientras jugábamos me entendería. Perfectamente.
3 comentarios
bokuden -
:)
Ah! y bienvenida, hechicera de la luna.
la hechicera de la luna -
Abrazote, tú también me regalaste una sonrisa con tu historia.
hechi
DuNa -
Un saludo!