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Bokuden

Palo y astilla.

- No hay manera de poner la puñetera película sin subtítulos. A ver si tú puedes.

Sonrío, porque sé que podré. Un DVD es de lo más sencillo. Sin decir palabra cojo el mando y pim, pam, listo. Siempre se me dieron bien las maquinas, tal vez mucho mejor que las personas. Y lo más curioso es que te lo debo a ti, explorador de tecnologías novedosas, siempre con un chisme rondando por tu cuarto. Te guiño el ojo con aire triunfal y casi puedo oír lo que piensas, el chirriar de tus neuronas. Piensas un poco triste que te estás haciendo viejo, que las cosas nuevas ya no te entran en la cabeza. Pero sonríes, sé que te sientes orgulloso cuando me ves hacer cualquier cosa, cualquier banalidad como esa del mando. No te das cuenta quizá que mi habilidad se limita a la comprensión y el manejo de aparatos, pero que soy yo quien mira entre perplejo y asombrado cómo los arreglas cuando ya no funcionan, cómo los mejoras casi sin proponértelo. Si fuera por mí, siniestro total a la primera avería. Si fuera por mí, esos cachivaches serían perfectamente conocidos, pero no mejorarían jamás.

- Recuerdo cuando eras más pequeño –dices. Siempre ese “más”, siempre seré pequeño en mayor o en menor medida para ti.- Desmontabas todo lo que pillabas. Abrías cada cajón vaciando todo lo que había dentro, y si había algo que se podía desarmar, encontrabas la manera. Una vez...

- ¿Me vas a explicar otra vez lo del televisor?

- ... cogiste la tele pequeña de mi cuarto y la desmontaste sin hacer ruido con mis herramientas. Siempre has sido muy silencioso. Cuando tu abuela y yo te encontramos rodeado de piezas y te preguntamos qué había pasado dijiste...

- ... pregunté que dónde estaban los muñequitos, si no estaban allí dentro. Papá, si explicas las cosas cien veces dejan de tener gracia.

- A mi me sigue pareciendo gracioso.

Y a mi. Pero no he podido liberarme del todo de ese mortal pavo que nos atenaza en la adolescencia, que nos distancia tanto de los nuestros. De ese miedo perenne a ser el que siempre fuimos porque nuestros padres deben-saber-que-nos-hemos-hecho-adultos, coño. Así que te interrumpo, finto, esquivo y contraataco demasiadas veces en nuestras conversaciones, muchas más de las que quisiera. Soy una espada, padre, una espada demasiado afilada aún. Tan afilada que se hace daño a sí misma, que desea ser canto rodado a la orilla del río, liso, sin aristas, contundente mas no hiriente al roce. ¿Sabes por qué esas piedras son así, padre? Se han alisado gracias al tiempo, al suave desgaste producido por la acción del agua y el choque con otras piedras. No somos tan diferentes de ellas. Necesitamos tiempo. Abres la boca un poco, como siempre que quieres decirme algo serio, y tus palabras empiezan a llegar como traídas por la marea. Te escucho.

- Al final tampoco me han llamado de ese trabajo.

Lo dices como de pasada, pero percibo la amargura y la vergüenza en tu voz. Y por primera vez en la vida te veo a ti, trabajador infatigable, cansado, hundido en tu hamaca favorita. Haciéndote preguntas en lugar de actuar, como siempre habías hecho. Resignado. Y se me encoge el alma, y me duele más que mil patadas en el hígado. Y habla el orgullo.

- Los empresarios son estúpidos. No tienen ni puta idea de nada, y menos de la realidad laboral. Tienes mucha experiencia, papá, y eres muy bueno en tu trabajo. Simplemente el sector está parado por ser finales de año. Tener los stocks al mínimo, hacer inventario... esas cosas. Pronto necesitarán gente a manta, y te llamarán de los primeros.

Y se que es cierto, al menos para tu trabajo. Me lo enseñaste tú, al fin y al cabo. Percibo una ligera sonrisa en tu rostro mientras vuelves a mirar la película y me alegro de haberte escuchado cuando me lo explicaste. Al parecer hoy necesitabas que alguien te lo recordara.

Cuando despierto, la película ha acabado y duermes como siempre, con la boca abierta. Dichosa manía tenemos de dormirnos en lo mejor de la peli. Te observo de pie, a tu lado y a oscuras, velándote. ¿Cómo decirte que para mi siempre serás un empleado imprescindible, que no necesitas trabajar, que ya estoy yo para eso? ¿Cómo decirte que no eres un fracasado, ni lo serías jamás si no encontraras trabajo? ¿Cómo te digo que te quiero? Te ves tan frágil así... esta noche te he visto como eres, humano. Y no se si eso quiere decir que te haces viejo o que yo me hago viejo, pero me alegra que dos seres tan diferentes como nosotros tengan un punto de encuentro. Leo tus cicatrices a oscuras mientras te arropo, y cada una me cuenta una historia en braile en la que me reconozco. En la que nos reconozco. Para escucharlas, para reconocernos...

Sólo nos hace falta tiempo.

7 comentarios

bokuden -

Jaja! Hola Saf. Yo soy así, un poco veleta. Lo mismo escribo diez cosas al dia como no escribo nada en meses. A veces por falta de inspiración, a veces por falta de ganas, a veces por falta de tiempo. A veces por todo. En este caso, estoy liado con otros menesteres que me acaparan y en una época un poco... introspectiva. Prefiero leer (y leeros). Pero nada, que gracias por preocuparte :p

De hecho, ya empiezo a tener ganas de escribir algo... ;)

Saf -

¡¡Bokuuuuuuuuuuuu... !!

¿Dónde estásssssssss?

¿POR QUÉ NO ESCRIBESSSSSSSSSSS?????????

¡Vuelve!
Anda.
Que te echo de menos...

Saf ;-))

bokuden -

La deuda que tenemos con nuestros padres, o al menos con algunos, es de por vida y puede que incluso más allá. Lo menos que podemos hacer es intentar saldarla cuando tenemos ocasión.

Gracias a todos, Y bienvenida, Amélie.

Amélie Poulain -

Qué maravillosa descripción de ese punto de encuentro entre dos personas.

Matraz -

Es un relato que no me deja indiferente. Ciertamente me ha emocionado. Escibes que da gusto, Boukuden.

Y volviendo un poco al anterior post, me he leido "El sendero del perdedor" (cuando es época de exámenes no hago más que devorar libros), pero el final me ha decepcionado un poco, me da la sensación de que queda un poco como colgando.

Golfo -

Entrañable... llega un punto en el que el sentimiento paternal entre padres e hijos da la vuelta, momentaneamente, momentos que a veces vienen cuando somos aun (más) pequeños y que van haciéndose cada vez más usuales al crecer.
nos toca apoyar, animar... aguantar a veces.

me asombra ver lo torpes que son mis padres con las maquinas... y el ridiculo que hace mi padre que se apasiona por ellas sin comprenderlas y acabo yo manejándolo todo, instalando cosas, arreglandole caminos para usarlas...

mi madre es más tierna aún, se queda boquiabierta: las fotos que han venido de internet por el televisooor!!!! ¿y yo puedo hacer eso, ¿yo puedo hacerlo? ¿no lo romperé?

con el tiempo, espero demostrar que les he merecido la pena el coñazo que les he dado...

Saf -

Me conmueves, Boku.
Escribes de una manera...

Si sólo pudiéramos devolver una parte de lo que nuestros padres han hecho por nosotros... una pequeñísima parte...

Un abrazo, amigo,

Saf ;-))