Mi domingo
Siento el canto tímido de los pájaros alrededor de mi posición y también justo encima, en las ramas de este árbol bajo el que me he sentado a leer. Apoyado en su tronco degusto el olor de tierra y de hierba mojada que ha traido meciendo la brisa fría de esta mañana de febrero. El ambiente está saturado de humedad, se huele y casi se palpa, y las nubes permiten el paso del sol a ratos, haciendo que mis pupilas se dilaten y se contraigan alternativamente. Probablemente lloverá esta tarde. Oigo pasos y al cabo de unos segundos veo en segundo plano mientras leo a un anciano pasar ante mi montado en bici. Un ruido silbante. De golpe, a gran velocidad, dos trenes se acercan de frente allá a lo lejos. Levanto la vista del libro, con expectación. Pero justo cuando parece que el choque es inevitable, se superponen y siguen avanzando, llegando a estar unidos a la vista totalmente durante un sólo instante para luego proseguir cada uno su camino, a gran velocidad y sin mirar atrás. El señor de la bici también se ha quedado mirando el espectáculo.
Y mientras la escena recupera su tranquilidad, bajo la vista al libro pensando en lo que me dijiste anoche. Pensando que tal vez existan más Penélopes en los libros, pero en el mundo que perciben nuestros sentidos hay sin duda mucha más poesía.
Y mientras la escena recupera su tranquilidad, bajo la vista al libro pensando en lo que me dijiste anoche. Pensando que tal vez existan más Penélopes en los libros, pero en el mundo que perciben nuestros sentidos hay sin duda mucha más poesía.
1 comentario
Marta -
Besos.