Mejora tu tren de vida
El tren es un lugar fascinante donde uno puede aprender y divertirse mucho si observa y escucha un poco. Hoy, sin ir más lejos, una prueba de ello camino a Barcelona.
Resulta que una pareja sentada a mi lado iba leyendo sendos libros mientras yo leía el archifamoso "Los pilares de la tierra" de Ken Follet (que no tenía ganas de leer por comercial, pero un regalo es un regalo; no está nada mal), un libro que podría haberse usado como arbotante de la catedral de la que trata, dado su tamaño. Al cabo de un rato, el chico cierra el libro que leía, del que no he podido ver el título. La chica le mira y le pregunta que qué le pasa. Él contesta que no le gusta el libro. Ella le pregunta, sorprendida y en cierto modo ofendida, sobre como puede saberlo habiendo leído tan poco rato, a lo que él contesta que es su manera de proceder. Siempre lee las primeras 25 páginas y a partir de ahí decide. Si no le ha enganchado o interesado, lo manda al olvido (esas no fueron las palabras usadas, desde luego). La chica parece molesta y así se lo hace saber con una conmovedora disertación sobre los clásicos, sobre cómo introducen lentamente la escena para luego, una vez todo está en orden, llenarnos de placeres ilimitados; expresa también su profunda convicción de que merece la pena aburrirse cien páginas (¡cuánto más 25!) para posteriormente gozar cuatrocientas. Intuyo de todo ello que el libro en cuestión había sido un regalo personal de ella, y que ella lo había disfrutado mucho anteriormente.
Llegados a este punto, damas y caballeros, el vagón ya se ha convertido en una tertulia sobre railes donde casi todo el mundo despierto opina con sus compañeros de asiento sobre el tema. Discretamente, por supuesto, pero todo es observar y escuchar. A todo esto, el chico ni se inmuta. La mira fijamente y le suelta algo que merece la pena reproducir sin censura ni ná:
-Mira, ¿cómo te lo explico? Por ejemplo, una mamada. Si me hacen una mamada y los primeros minutos me van rozando con los dientes y mordisqueando dolorosamente el frenillo para posteriormente darme muchísimo placer, no me compensa. Prefiero que me hagan una que empiece bien, prosiga bien y acabe bien. Así que llámame raro si quieres, ya se que hay gente que le gusta que le muerdan y le hagan daño, pero a mi no.
Albricias y jolgorios. Se le ve en los ojos, la chica no sabe si reirse o bien ostiarlo. Opta por lo primero mientras pregunta a un amigo de ambos que estaba en frente, que no había intervenido hasta ahora, sobre su opinión. Cuánto llevais saliendo, pregunta el amigo a esto. Dos años, dicen los dos a la vez.
- Entonces opino que más vale que se la chupes bien, o que aprendas rápido. Porque eso son 24, 24 meses. -dice el chico a carcajadas, y no tengo más remedio, junto con gran parte del vagón, que descojonarme.
Resulta que una pareja sentada a mi lado iba leyendo sendos libros mientras yo leía el archifamoso "Los pilares de la tierra" de Ken Follet (que no tenía ganas de leer por comercial, pero un regalo es un regalo; no está nada mal), un libro que podría haberse usado como arbotante de la catedral de la que trata, dado su tamaño. Al cabo de un rato, el chico cierra el libro que leía, del que no he podido ver el título. La chica le mira y le pregunta que qué le pasa. Él contesta que no le gusta el libro. Ella le pregunta, sorprendida y en cierto modo ofendida, sobre como puede saberlo habiendo leído tan poco rato, a lo que él contesta que es su manera de proceder. Siempre lee las primeras 25 páginas y a partir de ahí decide. Si no le ha enganchado o interesado, lo manda al olvido (esas no fueron las palabras usadas, desde luego). La chica parece molesta y así se lo hace saber con una conmovedora disertación sobre los clásicos, sobre cómo introducen lentamente la escena para luego, una vez todo está en orden, llenarnos de placeres ilimitados; expresa también su profunda convicción de que merece la pena aburrirse cien páginas (¡cuánto más 25!) para posteriormente gozar cuatrocientas. Intuyo de todo ello que el libro en cuestión había sido un regalo personal de ella, y que ella lo había disfrutado mucho anteriormente.
Llegados a este punto, damas y caballeros, el vagón ya se ha convertido en una tertulia sobre railes donde casi todo el mundo despierto opina con sus compañeros de asiento sobre el tema. Discretamente, por supuesto, pero todo es observar y escuchar. A todo esto, el chico ni se inmuta. La mira fijamente y le suelta algo que merece la pena reproducir sin censura ni ná:
-Mira, ¿cómo te lo explico? Por ejemplo, una mamada. Si me hacen una mamada y los primeros minutos me van rozando con los dientes y mordisqueando dolorosamente el frenillo para posteriormente darme muchísimo placer, no me compensa. Prefiero que me hagan una que empiece bien, prosiga bien y acabe bien. Así que llámame raro si quieres, ya se que hay gente que le gusta que le muerdan y le hagan daño, pero a mi no.
Albricias y jolgorios. Se le ve en los ojos, la chica no sabe si reirse o bien ostiarlo. Opta por lo primero mientras pregunta a un amigo de ambos que estaba en frente, que no había intervenido hasta ahora, sobre su opinión. Cuánto llevais saliendo, pregunta el amigo a esto. Dos años, dicen los dos a la vez.
- Entonces opino que más vale que se la chupes bien, o que aprendas rápido. Porque eso son 24, 24 meses. -dice el chico a carcajadas, y no tengo más remedio, junto con gran parte del vagón, que descojonarme.
2 comentarios
Retrato de Dorian Gray -
Lian -
Un besazoooooo