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Bokuden

Filosofía barata. Volumen... ¿3?

"... pero no, que va señores. Aquí el menda nunca retrocede ¡Nunca! En mi casa eso estaba mal visto. Retroceder... ¡ja! Como mucho, dar media vuelta y seguir avanzando. Siempre avanzando. "

Extraído de una bochornosa grabación de una borrachera.

Hay días que se repiten en la memoria una y otra vez, por hacer un mes desde, por hacer medio año desde, por ser el primer aniversario de... Y ocurre que en demasiadas ocasiones es por sucesos trágicos que nos vienen a la mente al mirar el calendario, llegados de muy lejos como el eco resonante de un opus triste, apagados por la distancia del tiempo y aún así todavía dolorosos, capaces de romper con su vibración las corazas más resistentes.

Hace algunos días lo pensaba mientras mi reloj me recordaba cierta fecha. Pensaba en lo increíble que resulta que la mente e incluso el cuerpo tengan esa memoria tan detallada, capaz de reproducir aun a menor escala todo lo sentido en aquel día determinado e incluso en el mismo orden. Incertidumbre. Angustia. Dolor. Impotencia. Rabia. Odio. Aflicción... Y después nada, como si todo hubiera sido un sueño. Como si nada hubiera existido antes.

Dan ganas de ser nihilista temporal, defender encarecidamente que se trata sólo de lo que tenemos aquí y ahora entre las manos, señores. Que el mar del tiempo borra nuestras huellas mientras que podemos correr delante suyo, que nos ahogamos cuando ya no podemos. Que si miras atrás sólo veras lo que tienes atrás ahora mismo, en ese momento que no te puedo señalar por que ya ha pasado mientras lees esto. Que no hay nada que impida empezar una nueva vida a cada momento, como si acabaras de nacer. Pero la memoria está ahí, dándonos un cierto sentido del orden, archivando fragmentos temporales con más o menos tino. Recordándonos por alguna misteriosa razón lo que pasó en x unidades de tiempo.

Dan ganas de ser nihilista temporal, pero no puedo y no quiero. Se debe recordar, que para algo tenemos la capacidad. Quién sabe para qué. Tal vez sea, en fechas como la que hace poco ha pasado, para no olvidar que en cada uno de los actos que realizamos está impresa nuestra naturaleza humana, capaz de los mayores crímenes, destrozos y brutalidades y a la vez capaz de dar ayuda sin pensar cuando se necesita, de arriesgar la propia vida por la de los demás, de ser uno de esos héroes que nunca salen en las películas. Y luego la naturaleza de cada uno elige qué merece más la pena recordar.

Y dejas tus pensamientos aparcados mientras desvías la mirada atontada del reloj. Has recordado, has reflexionado, y ahora toca mirar adelante, activando el modo nihilista temporal. Sientes los ecos de otra melodía mucho más dulce, una sensación que casi hueles, que casi puedes rozar con los dedos.

Esperanza.

Mi primo es una persona especial. Y todos lo somos, lo se, pero el lo es de una forma distinta. Tiene un don. Mi primo sabe hacer Las Preguntas. No unas preguntas, ni siquiera las preguntas. No, no. Las Preguntas. El otro dia me soltó una, así sin más, mientras yo ayudaba a Hyakimaru a recuperar una de las 48 partes de su cuerpo que le robaron los demonios. Es decir, mientras jugaba a la consola.

- ¿A quién ves cuando cierras los ojos?

Cuando te sacuden de esa manera, sólo puedes dejar lo que estas haciendo, sin pausar el juego ni nada, y tratar de buscar una respuesta. O dialogar toda la tarde con un enano cinco años menor que tú que, a pesar de conocerlo desde que nació, nunca deja de sorprenderte.

Siempre he tenido unos sueños muy vívidos, y de tan reales que son en demasiadas ocasiones no se diferenciarlos de la realidad. Tal vez ahora mismo esté en un sueño tan logrado que pase por real, o quizá viva entre varios mundos para aprovechar mejor el tiempo. Mundos que se tocan, de tal forma que lo que pasa en uno me da pistas de lo que pasa o pasará en el resto. Esta noche, en uno de ellos, una de las personas que más quiero en ambos murió. Y fue una muerte dulce, cálida. Y fue una angustia real, cortante.

Resulta desconcertante despertar con el corazón entre tenazas y descubrir que lo que muere en un mundo sigue vivo en el otro, maravilloso regalo celestial, oportunidad adicional, vida extra encontrada. Encontrada en el sentido más estricto de la palabra, y felizmente encontrada. Y al recuperarme del desconcierto, ya con el frío del agua en la cara, recuerdo que esto ya lo he vivido yo antes y que he visto tu muerte y la mia en decenas de sueños y de mundos, y sin embargo aquí estamos, insolentemente vivos una y otra vez. Apenas sin saber si más tarde, cuando muramos (¿o tal vez durmamos?), soñaremos que soñamos con sueños soñados por algún ser soñador que, a la vez, nos de sentido mientras sueñe con nosotros a la vez que nosotros le soñamos a él. Desecho la paja mental y me siento a desayunar. Tengo el vaso de leche en una mano y veo las páginas del diario menos nítidas de lo normal, como en transición. Me pongo a leer mientras en la radio suena "I have a dream" de Abba, y dándome cuenta de lo irreal de la situación, escupo la leche encima del diario de la risa. ¿Hay alguna psicóloga en la sala?

A caballo

"Silencio, me estoy tirando al monte, silencio,
hay pasos que me vienen siguiendo...
pero eso es que me ha dao’ siempre igual
jaleo, ¿tú te vendrás conmigo?, jaleo
si hasta al cerrar los ojos te veo
si nunca nos vienen a buscar

Y los olivos me cuentan que me canso de soñar contigo
que estoy acorralado y no me quedan tiros,
que va siendo hora de despertar.
Y en los nogales acuesto al beso que te empaña los cristales,
el que ha escrito con mierda entre los matorrales
que va a morir en un barrizal

Y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo,
que quiero ver bajar de tu mirada, con las armas cargadas,
bandoleros a caballo
y con sus crines hacerte una cama para que siempre duermas a mi lado,
y darnos al vaivén de la mañana
que nos dará mas vueltas que una piedra en un barranco
que una piedra en un barranco.

Te huelo, te crees que estoy roncando y te huelo,
y vuelo entre la cama y el suelo
Y vuelvo pa’ quitar el serrín
a tiempo, a tiempo de decirte...nos vemos
Y yo seré la sombra de un sueño,
la luz será la luz de un candil

y de un almendro te haré una flauta para que la sople el viento
y una cachava para apalear al tiempo que siempre se nos quiso escapar,
y de una encina te haré carbón si se te cae la noche encima
y que su manto sea un paño de cocina para desempañarte el cristal

Y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo
que quiero ver bajar de tu mirada, con las armas cargadas
bandoleros a caballo
y con sus crines hacerte una cama para que siempre duermas a mi lado
y darnos al vaivén de la mañana
que nos dará mas vueltas que una piedra en un barranco
que una piedra en un barranco... "

A caballo, canción del grupo Marea.

Mirad bien a ese gorrión. Ahí está, sobre la barandilla, mirando atentamente a todas partes y a ninguna parte en concreto. Cuando lo considera oportuno, se eleva volando y luego cae para volver a subir con más fuerza. Juega con el viento. Cuando tiene hambre, come. Cuando tiene sed, bebe. Canta cuando es feliz, retoza con sus compañeros hasta que cree oportuno descansar; y entonces descansa. Como no tiene ninguna casa en concreto, todo el mundo es su casa. Sigue su propia naturaleza durante toda su vida. Vive cada uno de los segundos que la componen. Y cuando llega su hora, muere. Nunca he visto a un animal lamentándose de su destino final.

Mientras ando hacia el trabajo, miro al gorrión subido al árbol y creo que puedo entenderlo, si es que se puede llamar así. Mientras mira lo que tiene a su alrededor, el gorrión me mira por un instante mientras camino hacia el trabajo, y no creo que pueda entenderme. Y tampoco creo que le importe.

Ayyyyyy

"Buelbe a la selva, negro"

Encuentro esta joya urbana en mi paseo matutino dominical, pintada en una pared anónima por un burro anónimo que al parecer no tiene muy claro lo que es un diccionario ni que lo que ha pintado al lado no es una svástica, sino una sauvástica, ya que es levógira. Penoso que este símbolo indoeuropeo de orígenes remotos, tan usado en oriente y de connotaciones positivas, haya pasado a la posteridad de esta manera.

Mas penoso aún materializar un pensamiento en un lugar público y que sea precisamente este. ¿Por qué no poner "Os kiero a todos" o bien "La felicidad me embuelbe, compartidla conmigo"? ¿Tal vez "Sonríe, que es gratix"? Pero no, no podía ser. Dígame, señor anónimo. ¿Para qué va a volver el negro a la selva? Ya tiene una aquí, repleta de macacos. Mis disculpas a los macacos.

Palabras

Lie Tse dijo, aproximadamente:

"Si una sola hebra de mi cabello pudiera salvar al mundo, jamás me la arrancaría."

Es una frase que encierra toda una filosofía de vida. Y sin embargo ¿Qué se podría opinar al leerla?

Por pedir que no quede

Pedía más y más cosas a la vida, pero un día me di cuenta de que la vida nunca me había pedido nada.

Mi domingo

Siento el canto tímido de los pájaros alrededor de mi posición y también justo encima, en las ramas de este árbol bajo el que me he sentado a leer. Apoyado en su tronco degusto el olor de tierra y de hierba mojada que ha traido meciendo la brisa fría de esta mañana de febrero. El ambiente está saturado de humedad, se huele y casi se palpa, y las nubes permiten el paso del sol a ratos, haciendo que mis pupilas se dilaten y se contraigan alternativamente. Probablemente lloverá esta tarde. Oigo pasos y al cabo de unos segundos veo en segundo plano mientras leo a un anciano pasar ante mi montado en bici. Un ruido silbante. De golpe, a gran velocidad, dos trenes se acercan de frente allá a lo lejos. Levanto la vista del libro, con expectación. Pero justo cuando parece que el choque es inevitable, se superponen y siguen avanzando, llegando a estar unidos a la vista totalmente durante un sólo instante para luego proseguir cada uno su camino, a gran velocidad y sin mirar atrás. El señor de la bici también se ha quedado mirando el espectáculo.

Y mientras la escena recupera su tranquilidad, bajo la vista al libro pensando en lo que me dijiste anoche. Pensando que tal vez existan más Penélopes en los libros, pero en el mundo que perciben nuestros sentidos hay sin duda mucha más poesía.

Hay una belleza en el norte...

Hay una belleza en el norte...

"Año 849 d.c., la dinastia Tang se encuentra en los albores de su apogeo debido a la incomptencia del emperador y la corrupcion de su burocracia.
Las milicias rebeldes se preparan para dar el golpe de gracia, entre ellas, la alianza clandestina "La casa de las dagas voladoras" es la mas numerosa y la mas peligrosa para el dominio del imperio.
En la prefectura de Feng Tian, 2 capitanes de la guardia local son encargados de la mision de encontrar y ejecutar al lider de la rebelion en un plazo de 10 dias.
El Capitan Leo sospecha que Mei, una nueva bailarina que acaba de llegar al "Pabellon de las Peonias", es en realidad la hija perdida del anterior lider y le tiende una trampa para arrestarla y obligarla a confesar.
Al mismo tiempo el capitan Jin rescata a Mei de las mazmorras de la guardia haciendose pasar por un guerrero errante Viento, ganandose su confianza con la esperanza de que le lleve al escondite de los rebeldes. El plan da resultado, pero a lo largo del viaje los acontecimientos se desarrollan de manera poco previsible ..."

La casa de las dagas voladoras no decepcionara a los incondicionales del director Zhang Zimou, que vuelve a usar la iconografía tradicional china (al igual que ya hizo en Hero) para explicarnos una historia, en este caso una historia de amor imposible aderezada con secuencias de gran contenido estético. Muy recomendable.

Tiempo muerto

Y pasaron semanas y nada pasaba, salvo los días. Cada uno de ellos era una imparable máquina de hacer rutinas, de crear nuevas, de repetir antiguas. En cierta manera se sentía seguro en muchas de ellas, sabiendo que la disciplina le había reportado muchos beneficios en el pasado. A partir de la disciplina, un guerrero consigue extrapolar a situaciones desconocidas lo aprendido día a día durante miles de días en situaciones ya conocidas hasta el punto de convertirlas en algo cotidiano, hasta el punto de que cada gesto, cada pequeño movimiento, cada idea o falta de ellas se transforman en la extensión de su ser. Tiene que ser de esta manera, un mínimo error significa muerte. Visto así no era tan malo. Amén.

Pero en el fondo de su ser sabía que nada de gloria, emoción ni disciplina había en aquella caravana de días clónicos, en aquella interminable espera de novedades que no dejaba de ser paradójica; cada instante no deja de ser una novedad. Y así, seguía con su vida hacia adelante sin mirar atrás, imaginando mientras hacía su trabajo instantes envasados en PVC con rótulos de "¡¡¡novedad mundial!!!" o "Ponga un nuevo instante en su vida", riéndose mientras pensaba que lo primero que haría tras desembalarlo sería llenar ese instante de Rutina Rutinaria hasta las putas cejas. Destornillándose sin saber por qué cada vez que detectaba el menor atisbo de monotonía -la mejor vacuna contra la monotonía/ es llenar la vida de canciones y de amooooorrr ¿no era así?- , convencido de que la risa es la única esperanza de la triste realidad. Y oía pero no escuchaba a esa Voz de la Razón que le regañaba frunciendo el entrecejo esforzándose por convencerle a cada minuto de que lo que le sucedía era simplemente un estado mental transitorio, que debía dar más importancia a lo que vivía en cada momento en lugar de tanto lamentarse por lo que no vivía.

Anoche llegó tarde a casa, como siempre. Deberíais haberlo visto, con su aspecto desaliñado, con sus ojos felinos escudriñando cada rincón de la calle como si esperara una emboscada de orcos en una calle donde lo más peligroso son las patatas bravas del bar de la esquina. Como si realmente quisiera/deseara algo que sacudiera su vida, algo que le hiciera sentir vivo otra vez. ¿Quién le podría decir que lo iba a encontrar esa misma noche en su propia casa? Entrada triunfal, reencuentro familiar, besamanos besos y abrazos, cena ceremonial, cata de empanadillas y zumo de piña con yogur de postre. Délicieux. Visión de tele, comentario familiar de la jornada, cachondeo de carta de wanadoo, tertulia político-social, somnolencia y sopor familiar, besitos de buenas noches, estancia a solas.

Solo en su habitación, a oscuras. Observando con atención la tele se dio cuenta de lo mejor que podía hacer con ella. Off. Ahora sí, Solo y a Oscuras. Acompañado únicamente por el tic-tac del reloj miró un punto fijo en alguna parte y los pensamientos salieron de todas partes como conejos de unos matorrales al ser perseguidos por un zorro. Y a cada tic morían dos, a cada tac nacía uno, de tal manera que al cabo de un rato sólo habían unos pocos supervivientes. Qué paz. Apenas se escuchaba ya el sonar de las agujas temporales. A la penumbra, todo tenía un aspecto curvado, incluso el tiempo se combaba en arcos imposibles de extraña e hipnótica belleza. Sintió un placentero cosquilleo por la columna vertebral y sonrió mientras cerraba instintivamente los ojos. Abrió las manos y acarició la oscuridad. Escuchó con atención y comprobó que no estaba tan solo después de todo. Aspiró aire por su nariz y sintió el aroma de la noche fría y húmeda. Y cuando sintió que era el momento, comenzó a hablar al Silencio contándole historias al oído llenando la noche de cosas por hacer, de sueños en la vigilia. De razones para Vivir. Que esta noche sea el Silencio quien las escriba.

Palo y astilla.

- No hay manera de poner la puñetera película sin subtítulos. A ver si tú puedes.

Sonrío, porque sé que podré. Un DVD es de lo más sencillo. Sin decir palabra cojo el mando y pim, pam, listo. Siempre se me dieron bien las maquinas, tal vez mucho mejor que las personas. Y lo más curioso es que te lo debo a ti, explorador de tecnologías novedosas, siempre con un chisme rondando por tu cuarto. Te guiño el ojo con aire triunfal y casi puedo oír lo que piensas, el chirriar de tus neuronas. Piensas un poco triste que te estás haciendo viejo, que las cosas nuevas ya no te entran en la cabeza. Pero sonríes, sé que te sientes orgulloso cuando me ves hacer cualquier cosa, cualquier banalidad como esa del mando. No te das cuenta quizá que mi habilidad se limita a la comprensión y el manejo de aparatos, pero que soy yo quien mira entre perplejo y asombrado cómo los arreglas cuando ya no funcionan, cómo los mejoras casi sin proponértelo. Si fuera por mí, siniestro total a la primera avería. Si fuera por mí, esos cachivaches serían perfectamente conocidos, pero no mejorarían jamás.

- Recuerdo cuando eras más pequeño –dices. Siempre ese “más”, siempre seré pequeño en mayor o en menor medida para ti.- Desmontabas todo lo que pillabas. Abrías cada cajón vaciando todo lo que había dentro, y si había algo que se podía desarmar, encontrabas la manera. Una vez...

- ¿Me vas a explicar otra vez lo del televisor?

- ... cogiste la tele pequeña de mi cuarto y la desmontaste sin hacer ruido con mis herramientas. Siempre has sido muy silencioso. Cuando tu abuela y yo te encontramos rodeado de piezas y te preguntamos qué había pasado dijiste...

- ... pregunté que dónde estaban los muñequitos, si no estaban allí dentro. Papá, si explicas las cosas cien veces dejan de tener gracia.

- A mi me sigue pareciendo gracioso.

Y a mi. Pero no he podido liberarme del todo de ese mortal pavo que nos atenaza en la adolescencia, que nos distancia tanto de los nuestros. De ese miedo perenne a ser el que siempre fuimos porque nuestros padres deben-saber-que-nos-hemos-hecho-adultos, coño. Así que te interrumpo, finto, esquivo y contraataco demasiadas veces en nuestras conversaciones, muchas más de las que quisiera. Soy una espada, padre, una espada demasiado afilada aún. Tan afilada que se hace daño a sí misma, que desea ser canto rodado a la orilla del río, liso, sin aristas, contundente mas no hiriente al roce. ¿Sabes por qué esas piedras son así, padre? Se han alisado gracias al tiempo, al suave desgaste producido por la acción del agua y el choque con otras piedras. No somos tan diferentes de ellas. Necesitamos tiempo. Abres la boca un poco, como siempre que quieres decirme algo serio, y tus palabras empiezan a llegar como traídas por la marea. Te escucho.

- Al final tampoco me han llamado de ese trabajo.

Lo dices como de pasada, pero percibo la amargura y la vergüenza en tu voz. Y por primera vez en la vida te veo a ti, trabajador infatigable, cansado, hundido en tu hamaca favorita. Haciéndote preguntas en lugar de actuar, como siempre habías hecho. Resignado. Y se me encoge el alma, y me duele más que mil patadas en el hígado. Y habla el orgullo.

- Los empresarios son estúpidos. No tienen ni puta idea de nada, y menos de la realidad laboral. Tienes mucha experiencia, papá, y eres muy bueno en tu trabajo. Simplemente el sector está parado por ser finales de año. Tener los stocks al mínimo, hacer inventario... esas cosas. Pronto necesitarán gente a manta, y te llamarán de los primeros.

Y se que es cierto, al menos para tu trabajo. Me lo enseñaste tú, al fin y al cabo. Percibo una ligera sonrisa en tu rostro mientras vuelves a mirar la película y me alegro de haberte escuchado cuando me lo explicaste. Al parecer hoy necesitabas que alguien te lo recordara.

Cuando despierto, la película ha acabado y duermes como siempre, con la boca abierta. Dichosa manía tenemos de dormirnos en lo mejor de la peli. Te observo de pie, a tu lado y a oscuras, velándote. ¿Cómo decirte que para mi siempre serás un empleado imprescindible, que no necesitas trabajar, que ya estoy yo para eso? ¿Cómo decirte que no eres un fracasado, ni lo serías jamás si no encontraras trabajo? ¿Cómo te digo que te quiero? Te ves tan frágil así... esta noche te he visto como eres, humano. Y no se si eso quiere decir que te haces viejo o que yo me hago viejo, pero me alegra que dos seres tan diferentes como nosotros tengan un punto de encuentro. Leo tus cicatrices a oscuras mientras te arropo, y cada una me cuenta una historia en braile en la que me reconozco. En la que nos reconozco. Para escucharlas, para reconocernos...

Sólo nos hace falta tiempo.

"Un día yo estaba por ahí, esperando como de costumbre, sin mantener relaciones de amistad con la pandilla y sin querer volver a tenerlas, cuando Gene se acercó corriendo.
—¡Eh, Henry, ven!
—¡VEN!
Gene empezó a correr y yo corrí detrás suyo. Bajamos hasta el jardín trasero de los Gibson. Los Gibson tenían un gran muro de ladrillos que rodeaba el jardín.
—¡MIRA! ¡TIENE ARRINCONADO AL GATO! ¡Lo VA A MATAR!
Había un gatito blanco arrinconado en una esquina del muro. No podía subir ni podía huir en ninguna dirección. Estaba encorvado con el pelo erizado y bufaba, con las uñas sacadas. Pero era muy pequeño y Barney, el bulldog de Chuck, gruñía y se acercaba cada vez más. Tuve la sensación de que los chicos habían puesto ahí al gato y luego habían traído al bulldog. Me parecía casi seguro por la forma en que Chuck, Eddie y Gene miraban la escena: tenían un aspecto culpable.
—Lo habéis puesto ahí vosotros —dije.
—No —dijo Chuck—, es culpa del gato. Se ha metido ahí. Que luche para escapar.
—Sois odiosos, so bestias.
—Barney va a matar al gato —dijo Gene.
—Barney lo va a hacer pedazos —dijo Eddie—. Le dan miedo las garras, pero cuando ataque, se acabó.
Barney era un gran bulldog marrón con unas fauces flaccidas y babeantes. Era gordo y estúpido, con ojos inexpresivos. Su gruñido era constante y cada vez se acercaba más, con los pelos del cuello y el lomo erizados. Tuve ganas de darle una patada en su estúpido culo, pero supuse que me arrancaría la pierna de un mordisco. Estaba totalmente decidido a consumar el asesinato. El gato blanco todavía no había crecido del todo. Bufaba y aguardaba, apretado contra la pared, era una hermosa criatura, tan limpio.
El perro se movía lentamente hacia delante. ¿Para qué necesitaban esto los chicos? No era algo donde tuviese cabida el valor, era sólo juego sucio. ¿Dónde estaba la gente mayor? ¿Dónde estaban las autoridades? Siempre estaban en todas partes acusándome. ¿Y ahora, dónde estaban?
Pensé en acercarme corriendo, coger el gato y salir volando de allí, pero no tuve valor. Tenía miedo de que el bulldog me atacara. El saber que no tenía el valor de hacer lo que era necesario me hacía sentir horriblemente. Empecé a sentirme físicamente enfermo. Me sentía débil. No quería que ocurriese hasta que pensase en algo para impedirlo.
—Chuck —dije—, deja al gato que se vaya, por favor. Llama a tu perro.
Chuck no contestó. Sólo siguió mirando.
Entonces dijo:
—¡Barney, ve a por él! ¡Coge a ese gato!
Barney se fue hacia delante y, de repente, el gato pegó un salto. Era una furiosa mancha blanca, toda bufidos, uñas y dientes. Barney retrocedió y el gato volvió a pegarse a la pared.
—Ve a por él, Barney —dijo de nuevo Chuck.
—¡Maldita sea, cállate! —le dije yo.
—No me hables de ese modo —dijo Chuck.
Barney empezó a moverse de nuevo.
—¡Parad ya con esto! —dije.
Oí un ligero sonido detrás nuestro y me volví a mirar. Vi al viejo señor Gibson mirando desde detrás de la ventana de su dormitorio. También quería que mataran al gato, igual que los chicos. ¿Por qué?
El señor Gibson era nuestro cartero. Llevaba dientes postizos. Tenía una mujer que se pasaba todo el día dentro de casa. La señora Gibson siempre llevaba una red en el pelo e iba vestida con un camisón, bata y zapatillas.
Entonces apareció la señora Gibson, vestida como siempre, y se puso al lado de su marido, esperando a que se cometiese el crimen. El viejo Gibson era uno de los pocos hombres del vecindario que tenían trabajo, pero aún así necesitaba ver cómo mataban al gato. Gibson era simplemente igual que Chuck, Eddie y Gene.
Eran demasiados.
El bulldog se acercó más. Yo no podía presenciar el asesinato. Me avergonzaba enormemente abandonar al gato así. Siempre había una posibilidad de que el gato escapara, pero sabía que no lo permitirían. El gato no estaba enfrentado solamente al bulldog, estaba enfrentándose a la humanidad entera.
Me di la vuelta y me alejé, saliendo del jardín hasta la acera. Subí por la acera hasta mi casa y allí, esperando de pie en el jardín, estaba mi padre.
—¿Dónde has estado? —me preguntó.
Yo no contesté.
—¡Entra —dijo—, y deja de poner esa cara de desgraciado o te daré algo que te hará sentir de verdad desgraciado!"

Charles Bukowski. La senda del perdedor.

Me gusta pensar que el perro acabó con un ojo menos, como una vez vi en una situación similar. No porque desee mal al perro. Mas que nada es para que se joda el resto.

Prohibido

- Tal vez no sea que los perros salchicha como tú tengan el tronco demasiado largo, sino las patitas cortas. ¿Será que no podían soportar el peso de vuestra grandeza? ¿Ehhhhh mamonceteeee?

filosofo susurrándole al perro mientras lo acaricio, y seguramente me entiende pero le importan un huevo mis tonterias, así que se limita a menear el rabo sin contestar. Eso sí, a las caricias no se niega. Cuando detecto la mirada entre extrañada y divertida de su dueño (¿su DUEÑO? quiero decir del hombre que lo acompaña, con una correa al cuello, eso sí) me levanto, le digo al perro que es un perro bonito y después le suelto lo mismo a su dueño -sobre su perro-, preguntándole además si puedo darle un caramelo -al perro, claro está- de los que siempre llevo en el bolsillo. El dueño asiente, y se lo doy pensando que una vez escuché que a los perros no les conviene comer mucho azucar, por un tema de visión o algo así. Bueno, son sin azucar creo; y el mamón se lo ha comido sin plantearselo en absoluto, lo ha disfrutado enormemente. Se despiden, uno de ellos meneando la cola. Les das un par de caricias, un caramelo y te conviertes en su Dios particular, qué cosas. Bueno, bien pensado el Dios de mucha gente les da menos aún. En fin.

Llevo ya media hora esperándote, y eso que he llegado tarde. Eres aún más impresentable que yo, parece mentira. Y lo peor es que es una de las cosas que me gustan de ti. Ese vivir con la hora pegada al culo, pero con calma, casi dando una lección en cada espera. Al menos siempre te presentas. Eso espero, vamos. Espero. Y el que espera desespera, y esperando se quedó tralarí tralaró. Normalmente esto no me pasa, ¿sabes? Soy tremendamente paciente, por naturaleza y por vivencias. Pero contigo me impaciento ¡oh maldita!, ya ves, hasta me pongo anacrónico, lírico, supercalifragilístico. Me pongo a pensar y a hablar conmigo mismo cuando generalmente el silencio me reconforta mucho más. Me llevas a un laberinto de ideas que no me llevan a nada, salvo a ti una y otra vez. Me pongo/me pones a mover los pies marcando los tiempos, a tocar perros que pasan por allí, a contar coches, y luego pájaros, y luego árboles, y... y... Y mira eso: la señora Alonso ha cambiado de look. No digas estupideces, memo, nunca has visto a esa mujer. A inventar historias para cada una de las personas que pasan por la calle. A mirar lo que hablan las paredes. "PROHIBIDO FIJAR CARTELES". Y eso lo pone en un cartel, no te lo pierdas. ¡Qué Arte que tiene usté, Manué!. Spain is different, etc.

¡Joder, que susto! me giro y te encuentro ahí detrás, quieta, mirándome a menos de un metro, como salida de una de esas pelis japonesas de terror. ¿Cómo lo haces? normalmente detecto a las personas ¿sabes? Tengo como un octavo sentido arácnido-cucarachil que me avisa del peligro, y tu tienes mucho de eso. Compostura, compostura y dignidad. Los hombres ni se asustan ni lloran. Y nada, ni disculpas por el retraso, ni hola, ni dos besos, ni nada. Tu a tu rollo. Me sonries más aún (parece imposible que alguien pueda sonreir tan abiertamente, tan ampliamente hoy en día) y me dices sencillamente que me estabas observando. Vaya usted a saber desde cuándo. Y como un adolescente me sonrojo, pero puede pasar por frio, así que no me preocupa por ahora. ¿Que dónde vamos? Contigo donde sea, vamos tirando e improvisemos. Intuyo que te gusta esa improvisación ya natural en mi, así que improviso siempre que puedo. Aunque siendo así ya es menos improvisado.

Y aquí me tienes, yo, taciturno y callado por naturaleza, hablando a destajo de todo un poco, de todo lo que se me ocurre y de más. De lo divino y de lo humano, de las tragedias que sacuden nuestro mundo, del precio de la gasolina, de lo poco que me pagan en el trabajo, y te cuento un chiste malo, luego otro mas malo y finalmente otro peor aún, pero ries igualmente, toda calma y serenidad y el brillo de tus ojos al reir hace que me estremezca, así que te hablo del frío que hace, del cambio climático, de la tala de los bosques, del cumpleaños de mi primo y -eres tan hermosa que creo que voy a implosionar en cualquier momento- y estoooo... como decía, de lo muchísimo que me gustáría visitar Finlandia, Canadá, Nueva Zelanda y China, aunque omito que estaría mucho mejor si tu me acompañaras, y...

Me callas de la manera más maravillosa con la que se puede callar a alguien. Me besas a traición, de improviso y casi sin carrerilla y desaparece el diálogo interno y sólo quedan sensaciones. Y te beso, ya recuperado del ataque, mientras acaricio tu cara y el mundo en ese momento sabe dulce, sabe, como tus labios, a jugo de grosellas. Y no se porqué, ya que nunca he probado el jugo de grosellas, pero joder, tengo la absoluta certeza de que sabe a eso. Me acaricias el cuello mientras deslizas tu boca a mi oido y me susurras dulcemente

-Ni se te ocurra enamorarte de mi, grandullón.

Y mientras te retiras, deslizando tus manos en caida por mi pecho, te veo como el cartel de antes, casi un guiño a la comicidad de este mundo. Como si el amor fuera una opción. Me miras seria, pero tus ojos brillan, y es ese brillo el que me hace sonreirte casi tan ampliamente como tu sueles hacer. Y poco a poco, jugando, aguantando hasta el último momento, tu sonrisa también florece. Dos tontos autistas frente a frente.

-¡Corre, que perdemos el autobús!- te digo, y aunque ambos sabemos que no teníamos previsto coger ninguno, corremos desesperados para coger el 3. La cosa promete a estas alturas del partido, y correr contigo mientras reímos me sabe a gloria me sabe a jugo de grosellas.

Filosofía barata: volumen II

La mayoría de los varones no tenemos grandes problemas filosóficos: sabemos que somos hombres, sabemos que venimos de la entrepierna de una mujer... y que nos dirigimos hacia la entrepierna de otra.

Empezando bien el año

ACTO 1: En la farmacia.

COMPAÑERA: Hola. Dígame.

PACIENTE 1: Hola. Verás, es que tengo a mi hijo resfriado y quisiera que me dieras algo.

COMPAÑERA: ¿Cuántos años tiene?

PACIENTE 1: Tiene 12 años.

PACIENTE 2: (Entrometiéndose) Si quiere le puedo dar un consejo, que mi hijo es naturópata.
Verá, yo llevo 10 años sin pasar ni un sólo resfriado, la mar de contenta. ¿Y sabe por qué? Porque cada día me tomo tres limones y una naranja nada más levantarme. Y mano de santo, en serio. Pruébelo, pruébelo y ya verá que bien. Es la vitamina C, que es milagrosa. Eso si que sirve, y no esos medicamentos que dan que sólo alivian los síntomas.

PACIENTE 1: Pues gracias, señora, ya lo probaré. Pero dame también (dirigiéndose más en privado a mi compañera) algo para ayudarle un poco, ¿vale? Oye (casi susurrando), ¿es verdad lo que dice la señora?

COMPAÑERA: Sobre los antigripales, es cierto, ninguno cura el resfriado, sólo se procura atenuar los síntomas hasta que el própio organismo acabe con la infección. Sobre el resto, yo no soy naturópata, pero lo puede probar, no le va a hacer mal alguno y los cítricos tienen una serie de propiedades que bla bla bla. (Omitiendo cariñosa y galantemente que el organismo excreta el excedente de vitamina C rapidísimamente y que hay estudios que demuestran el poco valor preventivo y curativo de la vitamina C en estados gripales... bla bla bla).

(Acaba la dispensación. El Paciente 1 se va y es turno de la señora limón.)

COMPAÑERA: Hola, ¿Qué desea?

PACIENTE 2: Hola, dame una crema [nombre de famoso antifúngico] vaginal.

Acto 2: En la rebotica.

COMPAÑERA: (sonriendo) ¿Has visto esta señora qué curiosa? Parece en contra de la alopatía y va y me pide un antifúngico vaginal.

YO: Es muy respetable, tanto una cosa como la otra. No se, quizá ya haya probado sin éxito y con escozor echarse limón en el cXXX.

Hacía tiempo que no nos reíamos tanto.

Sobre mis planes de fin de año

"-Entonces, ¿tienes algún plan?

-Bueno, se puede llamar así. En el último momento he improvisado un plan A.

-¿Y si falla el plan A?

-Entonces usaré el plan B.

-¿Y cúal es el plan B?

-No lo se, aún no ha fallado el plan A."

Sabio coronel Annibal Smith, de la infravalorada serie "El equipo A".

Os deseoooooo...

Os deseoooooo...

Feliz Navidad.

(Ya se que es la misma foto del año pasado, pero mi habilidad con el photoshop no da para mucho más. Además, me gusta.)

PD: Y próspero año nuevo. Que todo vaya mejor que este año.

A propósito de Juan

Un buen día, Juan Pi decidió implantar un buen propósito en su vida. Hay gente que con el comienzo del año, o tal vez por su aniversario, decide no se sabe bien por qué dar un giro radical a su vida. ¿Y que mejor manera de hacerlo que con un cambio transcendental? Así, algunos dejan de fumar, otros se proponen adelgazar unos quilillos, ganar músculo y ser la envidia de propios y ajenos en la piscina municipal, no volver a sacarse burillas de la nariz con la punta del lapiz... Juan Pi no podía conformarse con tan poco. Lejos de medias tintas, en el día de la comunión de su prima, Juan Pi decidió dejar de ser cabezón para siempre.

Y no era por el tamaño de su recipiente cerebral. Bueno, todo hay que decirlo, cabezón lo era en toda la extensión de la palabra. Pero sólo pretendía no ser tan testarudo. Y es que Juan Pi era el paradigma de la cabezonería, y si hay algo que fastidie a la gente es una persona cabezona. No es que yo me lo invente, es que Juan lo había comprobado en sus propias carnes, con sus amigos, con sus novias y con su familia, perdiendo contacto progresivamente con cada uno de ellos a medida que su obcecación crecia exponencialmente con la edad. En cierta ocasión se le metió en la cabeza que su novia le ponía los cuernos con su mejor amigo. Y tantas veces lo dijo que al final el amigo y la novia se lo acabaron creyendo y pasó; al respecto sólo dijo "lo sabía". En otra ocasión, tras ver "Matrix", se empeñó en desafiar las leyes de la física ya que "sólo tengo que creer, no hay cuchara". El resultado se podría relatar en radiografías. Vamos, que lo tenía todo: cabezón y freak. Así era Juan.

Para ser francos, justo después de decidir dejar de ser cabezón no se sintió diferente. Se miró al espejo del restaurante y no vió nada especial. Así que continuó disfrutando a tope la emotiva celebración de su prima, viviendo la vida loca mientras el tio Aurelio (de unos 130 kg) se subía a la mesa y se marcaba una bulería ante la atónita mirada de los presentes. Inolvidable.

Al día siguiente sí notó algo: una resaca de narices. Así que aprovechó que era festivo y, arropado por el manto invisible de su nuevo deseo y del de la borrachera del día anterior, salió a dar una vuelta a ver si se le aclaraban las ideas un poquitín. Y fue un completo fracaso, la expedición. Salvo por una cosa. Juan encontró en su camino una de esas tiendas chinas de Todo a 100 (¿a 0.64 €?), y alentado por la posibilidad de poder consumir también un festivo, entró sin más. Días mas tarde, Juan volvería a ese mismo lugar y en el no habría tienda china, sino un bar de tapas llamado "Chipirón 2". Pero esa es otra misteriosa e inquietante historia que ahora no viene al caso.

El caso es que Juan entró, y lo que vió dentro lo dejó boquiabierto. En esta tienda no habían 6 chinos 6 vigilando nada disimuladamente cada paso que dabas, como en el resto de estos misteriosos negocios. ¡No había ni uno! Nadie contesto a sus Holas. Así que se puso a husmear, pensando que quizá en esa tienda sólo había un chino de guardia y que el pobrecillo estaba con diarrea. Y al segundo golpe de vista ¡zas! allí estaba: un cartel sobre una estantería que anunciaba remedios de la medicina tradicional china para todo tipo de males. Así, como quien no quiere la cosa, empezó a mirar por la C. Juan no podía creer lo que veía; había encontrado un ancestral remedio chino para la cabezonería por sólo dos euros. ¿Qué más daba que la tienda fuera un todo a cien? debía probarlo. Fue hacia caja, pero como nadie salió a cobrar en diez segundos, hizo lo que haría cualquiera con tan pocos escrúpulos como Juan. Un simpa.

No pudo esperar a llegar a casa para abrir la caja. Se sentó bajo un pino del parque y examinó su contenido. En su interior, un objeto pétreo y liso del tamaño de un puño y de forma casi esférica. Un canto rodado, vamos. Pero irradiaba un no-se-qué que hizo estremecerse a Juan, poniendo todos sus pelos de punta. Todos. Dió la vuelta a la piedra en sus manos, y vió algo grabado en ella, unas extrañas runas que decían

"¿A QUE NO ME LANZAS A MÁS DE 10 METROS, IMBÉCIL?"

Atónito y sin preguntarse nada, Juan se puso en pie con ese brillo tan especial en la mirada de las personas cabezonas cuando encuentran un objetivo. Elevó la pierna izquierda como hacen los lanzadores en el beisbol y tiró con todas sus fuerzas la piedra, que voló veloz hasta que en un determinado momento describió una parábola en el aire para luego volver hacia Juan. Más concretamente a la cabeza de Juan.

Juan despertó momentos después, aún aturdido del castañazo. En su mano derecha, la piedra. Cegado por su cabezonería, Juan lo volvió a intentar, y el resultado fue el mismo, aunque esta vez no quedó inconsciente (¿para qué, si ya lo era?). Cabe decir que cualquier persona normal habría desistido. Pero Juan Pi era un JC. Un Jodido Cabezón.

Lo probó corriendo, lo probó esquivando, lo probó escondiéndose, lo probó con una red por enmedio, metiéndose bajo el agua tras el lanzamiento, huyendo en coche, en moto, en tren, poniendo a su hermana delante... Y la piedra mágica fintaba, esquivaba, atravesaba, rebotaba, localizaba e impactaba inefablemente sobre la parte más destacable de Juan: su cabeza. Pero un buen día, varias brechas después, Juan creyo encontrar la manera: compró un casco de última generación, practicamente indestructible. Si la piedra no conseguía dañarle, tal vez se rindiera. Se fué al campo, se puso el casco y la lanzó con todas sus fuerzas. La piedra voló, al cabo de poco se detuvo en el aire, como calibrando a su rival. Luego bajó en picado, impactando de lleno... en las pelotas de Juan.

Y justo en ese momento, entre sollozos y dolores sordos, Juan decidió muy sensatamente dejarlo, desistiendo de algo por primera vez en toda su vida. Así fue como Juan curó su cabezonería a fuerza de ser cabezón. Paradójica sabiduría china.